Por: Rosa Rao | Marta de Sousa
La educación formal enfrenta importantes retos en una sociedad que se influencia cada vez más por las pantallas. En este escenario de desafíos el docente juega un papel clave, en tanto, deberá responder de forma profesional y efectiva a comportamientos y acciones que emergen en el aula producto de la omnipresencia de las tecnologías.
La educación formal enfrenta importantes retos en una sociedad que se influencia cada vez más por las pantallas. En este escenario de desafíos el docente juega un papel clave, en tanto, deberá responder de forma profesional y efectiva a comportamientos y acciones que emergen en el aula producto de la omnipresencia de las tecnologías.
La renovación de métodos pedagógicos, es en esencia, uno de los grandes clamores para intentar responder a las demandas educativas y también a las exigencias de los estudiantes que están ampliamente familiarizados con el uso de la internet, la web y acceden de forma ubicua a recursos, aplicaciones y volúmenes de información que crecen de manera exponencial; haciendo las tecnologías transversales y transparentes en su vida.
En este contexto, voces autorizadas en el mundo han estudiado y desarrollado propuestas que dan cuenta de tales comportamientos y persiguen alinear las tecnologías con la labor docente para procurar el desarrollo del pensamiento crítico de los estudiantes. Son tres perspectivas las que comentaremos en este espacio:
1. La taxonomía de Bloom en la era digital: describe categorías o elementos taxonómicos que son representados mediante una serie de verbos asociados al desarrollo de habilidades del pensamiento. Se trata de una modificación de la taxonomía de Bloom creada en el 1950 por Benjamín Bloom, con la que los educadores estamos familiarizados. El cambio sustantivo podemos describirlo con el reemplazo de unos verbos con otros que aluden al desarrollo de habilidades orden inferior, superior y del pensamiento crítico como base del aprendizaje -se trata fundamentalmente de articular la taxonomía de Bloom con el uso de tecnología-. La taxonomía puede es un excelente recurso para para ayudar a los docentes en la planificación de clases; al mismo tiempo que desafía a sus estudiantes convocándoles a utilizar herramientas digitales para que analicen, evalúen, creen y resuelvan problemas del mundo real.
2. La rueda de la pedagogía de Allan Carrington: Podemos decir que es una idea ampliamente articulada con la taxonomía de Bloom en la era digital. Plantea de forma visual las posibilidades de la tecnología en el aprendizaje. El modelo refleja desde una malla la relación entre la tecnología, el pensamiento y la motivación del estudiante. El objetivo es integrar recursos, objetivos de aprendizaje y acciones cognitivas. El secreto de su efectividad está en que funcionen juntos los tres elementos. Los círculos reflejan desde el centro –primer y segundo círculo- las competencias –el perfil que aspiramos-; el tercero, el dominio conceptual -taxonomía de Bloom-; el cuarto, los verbos para cada dominio; el quinto círculo, da ideas sobre qué actividades podemos diseñar; y el sexto círculo, contiene aplicaciones para iPad sugeridas. Esta propuesta se puede considerar como una versión para el m-learning o aprendizaje móvil, especialmente por las características de las aplicaciones sugeridas.
3. Flipped classroom: El aula invertida, es un modelo pedagógico en el que los deberes y elementos típicos de un curso se invierten. El estudiante se documenta y estudia antes de la sesión de clase valiéndose de la tecnología, de esta manera la clase puede ser más orientada a la resolución de ejercicios, problemas y discusiones que favorezcan el desarrollo del aprendizaje de los estudiantes. Esta dinámica otorga mayores posibilidades a la producción de recursos tecnológicos y repositorios en línea para el aprendizaje por parte de los docentes –videos, podcast,...; mientras que desde el lado del estudiante se fortalece el aprendizaje activo. También se invierten los papeles, los docentes pasa a ser asesores y los estudiantes motivadores y alentadores del esfuerzo colaborativo. Por otro lado, este modelo puede presentar riesgos como por ejemplo acrecentar la brecha digital, además hay un trabajo significativo para los docentes -trabajo extra para la producción de recursos- y profesores y estudiantes requieren tiempo considerable para su preparación. A pesar de estas cuestiones, el aula invertida se perfila como un modelo eficaz y práctico que puede contribuir a mejorar el rendimiento de los estudiantes y a fortalecer su participación en su propia educación.
Interesantes y pertinentes propuestas podemos observar desde los modelos expuestos. Apreciamos como objetivo común que los modelos sugieren panoramas para facilitar al docente la integración de tecnologías en sus clases; sin embargo, por más que exploramos la documentación disponible, encontramos algunos vacíos de información. Por ejemplo, sería interesante conocer ¿Cómo se integra efectivamente la tecnología con los objetivos de aprendizaje? ¿De qué manera puedo lograr la autonomía y propósitos del estudiante más allá de la herramienta sugerida?
Otra cuestión importante es reconocer que a pesar de las ventajas a favor de cada una de las perspectivas exploradas aun muchos docentes se muestran incipientes en el uso de las tecnologías, por lo que resulta necesario ampliar los modelos desde el punto de vista práctico, proveyendo orientaciones claras, pautas y ejemplos para que los docentes puedan lograr los objetivos educativos, al mismo tiempo que evidencien principios éticos y de responsabilidad en el proceso.
Otra cuestión importante es reconocer que a pesar de las ventajas a favor de cada una de las perspectivas exploradas aun muchos docentes se muestran incipientes en el uso de las tecnologías, por lo que resulta necesario ampliar los modelos desde el punto de vista práctico, proveyendo orientaciones claras, pautas y ejemplos para que los docentes puedan lograr los objetivos educativos, al mismo tiempo que evidencien principios éticos y de responsabilidad en el proceso.